http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2013/12/17/desvarios-montoro/521732.html
No sé si será por la especial
aversión que siento hacia el personaje, pero, cada día que pasa, le encuentro
más parecido físico a Cristóbal Montoro,
el por ahora todopoderoso ministro de Hacienda, con la caracterización con que
el actor Max Schreck interpretara al
vampiro Nosferatu, en una película
muda de 1922 dirigida por F.W. Murnau.
Y es que, además, el parecido llega más allá, pues Montoro está resultando
peligroso no sólo por lo que dice sino, sobre todo, por lo que hace.
Cristóbal Montoro ha
experimentado en su persona lo que la sociología marxista define como
‘desclasamiento’. En efecto, jienense de origen, de extracción social humilde
(su padre hubo de emigrar a Madrid, ciudad en la que trabajó como pintor de ‘brocha
gorda’), se hizo catedrático de Economía y saboreó pronto la embriaguez que
produce el poder. Y, llegado al mismo, su aversión hacia las clases populares
es tan notoria como sus reiterados intentos de justificar sus decisiones
basándolas en un supuesto interés general. Y, además, todas ellas, adornadas
con frecuentísimos desvaríos, sólo equiparables a los de su jefe de La Moncloa,
quien recientemente, dando muestras de su probada ‘valía intelectual’, metió la
pata, como es sabido, en Johannesburgo. Las meteduras de pata (¿o quizá
provocaciones?) de Montoro también son frecuentes. Recordemos su alusión en la
tribuna del Congreso a que el paro estaba creciendo moderadamente. También, su
peculiar explicación de los ceses de la Agencia Tributaria (AEAT) -una
auténtica purga que ha motivado que éstos se hayan elevado a 310 en los últimos
18 meses- a lo que se suma su reciente anuncio
del pasado jueves en el pleno del Congreso de un mayor control de la misma, lo
que aumentaría la opacidad de este organismo fundamental del Estado. El mismo
pleno en el que vertió amenazas a la prensa, por denunciar esos ceses en la AEAT
y la amnistía fiscal a la cementera multinacional Cemex, lo que nos sitúa en un
nuevo escenario de “ley mordaza”, según la opinión del diputado Gaspar Llamazares.
Cristóbal Montoro responde muy
bien al perfil de quien ha sido investido de poder para hacernos la puñeta cada
día a los españoles, pese a su machacona insistencia en que actúa para el bien
general. En una entrevista que reproducía hace un par de meses la sección de
Economía de El País, afirmaba, por
ejemplo, que España, que no puede hacer una devaluación de la moneda como hace
unos años, practica una devaluación interna. En román paladino, eso significa
que debemos competir con devaluación salarial, con más despidos y con
condiciones de trabajo más precarias. Se enorgullecía, además, de la absoluta
independencia y soberanía económica de España, razón por la que no forzó que el
BCE comprara bonos de la Deuda española, para bajar el coste de financiación de
la misma, para, unas líneas más abajo, en evidente contradicción, afirmar que
el ajuste estructural de más de tres puntos del PIB en plena recesión ha sido
útil para ‘ser creíbles’. Ante los mercados, claro. ¿Pues no quedábamos en que
éramos soberanos?
Montoro, además, miente compulsivamente cuando afirma que la
reforma laboral no ha destruido empleo. Pues las cifras, tozudas, le delatan. Según
el INE, el cuarto trimestre de 2011 se cerró con algo más de 5, 2 millones de
personas desempleadas y hoy se acercan a los 6 millones. Todavía es más
drástica la reducción de la población activa, que ha pasado en ese periodo de
casi 18 millones de personas a estar en estos momentos en 16,8 millones.
Miente cuando nos dice que la
amnistía fiscal ha permitido el mayor afloramiento de bases imponibles y que Bárcenas no se benefició de ella.
¿Alguien le cree? Pero su cinismo nada disimulado queda en evidencia cuando, en
esa misma entrevista, llegó a decir que no entendía cómo alguien que esté en
política, en un determinado nivel, pueda admitir que se le pague en negro. Afirmación
que queda en entredicho a la luz de las recientes revelaciones del juez Ruz de una contabilidad ‘b’ en el PP.
Montoro, al que le repugnan
claramente las clases populares, acredita, sin embargo, una eficacísima gestión para favorecer a las
grandes fortunas (se han triplicado las SICAV y ha aumentado en un 14% en un
año el número de millonarios en España). Y hace unos días, en una entrevista
para El Mundo, encontramos una frase
para enmarcar: “ El PP volverá a ganar las elecciones, porque ‘los mercados no
son gilipollas’ ”, afirmación ante la que la escritora Rosa María Artal llegó a decir que, sin afirmarlo abiertamente,
Montoro se muestra convencido de que los gilipollas se encuentran entre esa
sociedad española anónima, otrora lanzada a un consumo inducido y hoy
aniquilada. A lo que yo añadiría: una
sociedad sólo aparentemente inerme e inactiva, que hoy por hoy sigue soportando
sus desvaríos. ¿Por cuánto tiempo?
Yo también me hago la misma pregunta, ¿por cuanto tiempo?, ¿Cúanto tiempo más va ha durar esto?.
ResponderEliminarLa respuesta sólo el tiempo lo dirá, pero haciendo de adivino veo un futuro lleno de Montoros, apuntalados por unos gobiernos de salvación nacional de PP-PSOE coligados siguiendo el ejemplo alemán.
Ojala me equivoque.
Ojalá te equivoqus, Finchu. Pero me temo -y pienso como tú- que todos los síntomas nos indican que caminamos hacia un Estado autoritario con el mantenimiento formal de una democracia de baja intensidad.
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