La
periodista, que intervino acompañada de
Javier Couso, afirmó que en su libro
denuncia el grito de quienes desean recuperar su dignidad y sus derechos y que
tienen poco que perder.
Diego Jiménez/Murcia.- En la tarde del pasado día 14 de marzo,
asistimos en Murcia a la presentación del libro
de la periodista Olga Rodríguez
“Yo muero hoy. Las revueltas en el mundo árabe”, dentro del ciclo ‘Los debates
del Moneo’, organizados por IU-Verdes del municipio de Murcia. Pedro Marset presentó a las dos
personas invitadas a la mesa: Javier Couso, hermano del cámara de
Tele 5 asesinado hace diez años en el Hotel Palestina de Bagdad, y Olga
Rodríguez.
Javier Couso comenzó afirmando que conoce a la autora
desde hace diez años, aunque, dijo, “nuestra amistad es producto de una
tragedia”, pues, además de la muerte de su hermano José, Olga resultó también
herida.
Javier
se mostró orgulloso “por la manera en que ella ejerce el periodismo”, por lo
que criticó la postura sumisa y acomodaticia de muchos periodistas. En ese
contexto dijo que “estoy harto de que me cocinen las noticias”, postulando,
pues, la defensa de un periodismo crítico, “incluso ciudadano”. En ese sentido,
afirmó que en países como Venezuela, Ecuador… “se ha roto el monopolio
informativo”, y se deja en los medios de comunicación un espacio de un 30% a
disposición de los barrios, colectivos sociales y ciudadanos en general.
Por
otra parte, al cumplirse el décimo aniversario del asesinato de su hermano
José, Javier Couso afirmó que, aunque “el fiscal intentó archivar el caso” hace
unas semanas, se mantiene, al día de hoy, una querella abierta. Así mismo,
anunció el inminente homenaje que se le va a tributar en Madrid el próximo día
6, acto en el que también habrá un reconocimiento a todas las madres que han
perdido a sus hijos en tragedias similares.
Olga Rodríguez comenzó afirmando que en enero de 2011
volvió de nuevo a Iraq, acompañando al juez Pedraz en el contexto de la investigación de los hechos de hace
diez años en el hotel Palestina. Olga afirmó, rotunda, que las tropas americanas
atacaron en aquellos días los lugares en los que los periodistas “no estaban
empotrados” (es decir, acompañando a las tropas para, como se sabe, transmitir
una información falseada). En el caso concreto del hotel de Bagdad, el ataque
al piso 15, en el que la Agencia Reuters transmitía la toma de Bagad en
directo, fue “claramente premeditado”.
“Estando
en Bagdad –dijo- estallaron las revueltas en Egipto”. A juicio de Olga
Rodríguez, buena conocedora de la situación de ese país como la de tantos otros
de la zona, los condicionantes principales de aquel estallido tienen que ver
con la “eclosión de los movimientos sociales urbanos”, minoritarios pero
constantes, con manifestaciones semanales. Las revueltas callejeras contaron
con un escenario en torno a tres círculos concéntricos: un primer círculo
central con unos 50o manifestantes bien aguerridos, un segundo círculo, más
amplio, que contaba con, al menos, 1.000 policías, y un tercero con más gente a
su alrededor. Lo que ocurrió en 2011, según Olga, es que "se rompió ese segundo
círculo policial y la gente del tercero se sumó al primero".
En
su libro, Olga habla de la situación en países como Egipto, Libia, Túnez,
Bahreim, Yemen… y denuncia el “grito de la gente por recuperar la dignidad y
sus derechos”, de quienes “tienen poco que perder”. En Egipto, país en que se
ha llegado a una situación de "una clase media depauperada por las políticas de
ajuste y de unas clases humildes más castigadas por la pobreza”, hay que saber,
afirmó, que "más de un 40% de la población malvive con menos de dos dólares al
día".
¿Cómo
empezó todo? En 2006, se produjo una gran huelga en la más importante empresa
textil egipcia, con más de 3.000 mujeres emplazando, por los pasillos de la
fábrica, a sus compañeros masculinos a secundar la misma. A partir de ahí nació
el movimiento “6 de abril”, con multitud de huelgas y manifestación que
condujeron a la represión, con cientos de detenidos y apaleados. Los cables de wikileaks
dan cuenta, durante esos días, de la “preocupación de EE UU por esas jornadas
de huelga”, cuyas reivindicaciones, además de las meramente económicas (subida
de sueldos), ahondan en la necesidad de la caída del régimen y de un cambio de
gobierno.
¿Qué
había ocurrido en 2008? Los precios del pan se duplicaron en Egipto en ese año
debido a la especulación del trigo en los mercados internacionales, lo que
produjo furia y frustración en ese país. A EE UU le preocupaba que “la presión
de la calle obligara a Mubarak a
paralizar las severas medidas de ajuste”, a pesar de que incluso el Banco
Mundial (BM) alertaba que se estaba ahondando la brecha entre ricos y pobres. Butros Gahli, ministro de Economía de
Egipto, era, a su vez, la tercera persona más influyente en el Fondo Monetario
Internacional (FMI), por lo que en Egipto “el FMI y el BM son instituciones
altamente impopulares”.
La
“buena” relación entre Egipto y EE UU parte de los Acuerdos de Camp David, a
partir de los cuales la ayuda militar yanqui al régimen egipcio se concretó en
1.200 millones de dólares anuales, destinando, con igual fin, 3.000 millones para Israel.
Es
en este contexto geoestratégico donde hay que situar la especial importancia de
Egipto e Israel para la “estabilidad” de la región, la postura subordinada del
régimen de Mubarak a los dictados del Pentágono y de las instituciones
económicas supranacionales y, consiguientemente, el descontento social que dio lugar a esas revueltas. Lo positivo de éstas, según Olga Rodríguez,
es que “se tumbaron prejuicios y estereotipos”, en la medida en que descubrimos
que en Egipto hay árabes cristianos, ateos, laicos, feministas, izquierdistas…
El
libro analiza también la situación en países como Siria y Libia (países en los
que la “intervención occidental ha
contribuido a la desestabilización de los mismos”), Bareheim, Yemen, Túnez,
etc. Olga concluyó su intervención recordando que la repercusión internacional
más notable de las protestas egipcias, que tuvieron su epicentro en la plaza
Tahrir, fueron las acampadas en Sol, en Madrid, y Ocupa Wall Sreeet.
En
el siglo XXI –concluyó- compartimos problemas globales que exigen respuestas
globales”, pues "por encima del poder político está el financiero".
Que no se nos olvide lo de Couso, como tantos otros.
ResponderEliminar