http://www.laopiniondemurcia.es/opinion/2012/11/06/region-hunde/437368.html
Quién nos iba a decir, hace unos pocos años, cuando el Gobierno regional de Murcia se enorgullecía del crecimiento anual del PIB por encima del 3%, que hoy nos encontraríamos en la situación en la que estamos. Porque es evidente que la gente lo está pasando mal, muy mal. Tan mal que sólo el colchón amortiguador de la familia viene retardando el estallido de un conflicto social. El declive económico (el propio consejero de Economía, Juan Bernal, admite que el decrecimiento para el 2013 va a ser del 0,5 % del PIB regional) y el deterioro de los parámetros que miden el bienestar social es de tal dimensión que resulta sorprendente la pasividad y atonía de un importante sector de la población a la hora de plantar cara y exigir respuestas contundentes a los responsables del desaguisado en que nos han metido. Pareciera que vuelve a reeditarse aquella Murcia decimonónica del régimen de la Restauración, en que campaban a sus anchas terratenientes y caciques. Hoy, en pleno siglo XXI, la sociedad murciana, víctima de un evidente déficit democrático, secuestrada y amordazada en virtud de la mayoría aplastante que posee el Partido Popular desde hace unos años, parece no haber abandonado esa secular sumisión a los que mandan.
Quién nos iba a decir, hace unos pocos años, cuando el Gobierno regional de Murcia se enorgullecía del crecimiento anual del PIB por encima del 3%, que hoy nos encontraríamos en la situación en la que estamos. Porque es evidente que la gente lo está pasando mal, muy mal. Tan mal que sólo el colchón amortiguador de la familia viene retardando el estallido de un conflicto social. El declive económico (el propio consejero de Economía, Juan Bernal, admite que el decrecimiento para el 2013 va a ser del 0,5 % del PIB regional) y el deterioro de los parámetros que miden el bienestar social es de tal dimensión que resulta sorprendente la pasividad y atonía de un importante sector de la población a la hora de plantar cara y exigir respuestas contundentes a los responsables del desaguisado en que nos han metido. Pareciera que vuelve a reeditarse aquella Murcia decimonónica del régimen de la Restauración, en que campaban a sus anchas terratenientes y caciques. Hoy, en pleno siglo XXI, la sociedad murciana, víctima de un evidente déficit democrático, secuestrada y amordazada en virtud de la mayoría aplastante que posee el Partido Popular desde hace unos años, parece no haber abandonado esa secular sumisión a los que mandan.
En efecto, sorprende que en una
Región en que languidecen en los despachos judiciales indicios que imputan nada
menos que a diecinueve alcaldes por delitos urbanísticos la exigencia social de
responsabilidades políticas y penales casi brille por su ausencia. Como
preocupante resulta la escasa respuesta solidaria de los bancos y de las
instituciones a la situación a la que continuamente se ven abocadas cientos de
familias desahuciadas de sus viviendas en virtud de expedientes redactados
desde los despachos de banqueros sin escrúpulos. Sólo la perseverante y tenaz
labor de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas (PHA) ha logrado mitigar,
en parte, este drama atroz que amenaza con cebarse cada vez con más personas. Y,
en ese sentido, la marcha contra el paro, los recortes sociales y la
precariedad, convocada por la PHA y el
Foro Social en varios municipios de la Región entre los días 5 y 11 del
presente mes, se me antoja totalmente oportuna, por necesaria.
Porque, en nuestra Región de
Murcia la pobreza avanza imparable, afectando
a un 30,9 %, es decir, a cerca de medio millón de personas, según datos de
Eurostat. Pero el Gobierno regional no reacciona con la puesta en marcha de un
plan de choque. Choca ver a un presidente regional, absentista, paseándose por
los despachos de Bruselas, mientras un importante sector de la población asiste
impotente, día a día, a la merma de sus
posibilidades de mera supervivencia. Como
resulta preocupante que, aparentemente, a ninguno de los consejeros regionales
parezca quitarle el sueño que el paro en la Región pueda dispararse hasta el
30% a corto plazo. Frente a esto, el Gobierno regional responde con la
disminución de las partidas presupuestarias destinadas al Servicio de Empleo y
Formación en un 45%, recorte que se suma a los que afectan a Sanidad,
Educación, Dependencia…
Frente a tal estado de cosas, no
hay síntomas de que desde las altas instancias del poder político y de los
sectores empresariales se reaccione. Todo se fía a proyectos faraónicos y megalómanos
de difícil ejecución y de dudosa rentabilidad social: el macropuerto de
contenedores de El Gorguel; la Paramount; la insistencia en convertir Cabo Cope en una
marina destinada al fracaso (como en Castellón); el aeropuerto de Corvera, presumiblemente
inviable (como el de Castellón), cuando ya teníamos plenamente operativo el de
San Javier…
La situación sabemos que es
grave. Muy grave. A ella han contribuido desde los bancos alemanes que
financiaron la burbuja inmobiliaria en la Región, pasando por Angela Merkel que impone condiciones al
gobierno central para recuperar esos créditos, y, desde luego, las draconianas
medidas de ajuste de los gobiernos de Rajoy
y Valcárcel. Y, en ese sentido, contra
quienes tratan de recortar derechos, penalizar la disidencia y retrotraernos,
con ello, a periodos aciagos de nuestra historia más reciente, creo que la
próxima huelga general del 14 de noviembre -por primera vez simultánea en
varios países europeos del área mediterránea-, en la medida que es la expresión
del cabreo y la desesperación de la ciudadanía, merecería tener en Murcia un
seguimiento masivo. Porque quienes nos gobiernan han de oír el clamor de la
calle, el grito desesperado de una población que no se resigna a ver cómo se
hunde la Región, sin atisbar en el horizonte un futuro inmediato para las
nuevas generaciones.
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