Señor
José Ignacio Wert: Me hubiera
gustado encabezar esta carta con la consabida fórmula de ‘estimado señor’, pero
he de advertirle que no manifiesto por usted aprecio alguno, aunque tampoco
tengo motivos personales para expresarle lo contrario, habida cuenta de que no
tenemos el gusto de conocernos. Pero, si he de referirme al juicio que me
merecen sus actuaciones políticas, he de decirle que siento unas tremendas
náuseas, que, pese a los actuales avances de la Medicina, vengo soportando
durante estos últimos días.
Señor
ministro, una vez llegado a la política, me asombra su capacidad para olvidar
aspectos esenciales de su trayectoria profesional. O, al menos, no parece
haberle servido de mucho su paso por empresas especializadas en sondeos de
opinión (tales como Demoscopia, empresa que fundó y de la que fue presidente
entre 1987 y 2003) y análisis de audiencias. Y digo esto porque
ha demostrado una tremenda capacidad para, con sus declaraciones y, lo que es
peor, con sus acusaciones enervar a la comunidad estudiantil y a sus familias. Le
cabe el mérito de haber sido el primero en lograr que las asociaciones de
padres y madres de los centros públicos hayan apoyado, sin tapujos, la pasada
huelga de la enseñanza. Quizás a usted, educado en el elitista Colegio del
Pilar de Madrid, esta situación no le quite el sueño. Pero me va a permitir que
le exprese que, con sus pretensiones de imponernos a todos, sin consenso
alguno, la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE), nos
manifiesta un absoluto desprecio. Quizás quiera pasar a la Historia como uno de
tantos reformadores educativos que ha habido en este país (más próximo, desde
luego, al franquista Ibáñez Martín
que a otros), pero de la lectura de ese anteproyecto de ley se extraen
situaciones preocupantes.
Preocupante
es, por ejemplo, que del currículo de Primaria desaparezca la materia de
Conocimiento del Medio. Quizás porque su intento de españolizar a los catalanes
vaya más allá y, con ello, se proponga españolizar, así mismo, a vascos, gallegos,
y, por si acaso, a andaluces, extremeños, murcianos…
En
el currículo de cuarto curso de la ESO sólo figuran como materias fundamentales
la Educación Física, la Lengua, las Matemáticas y una lengua extranjera. La
desaparición de la Educación Musical, a título de ejemplo, revela su profunda
repugnancia a materias que inculquen algo más que unos conocimientos meramente instrumentales.
¿Y
qué decir de su olvido de la Historia? Un alumno o alumna va a cursar esa
materia en segundo curso de la ESO, con 14 años. Y, si elige estudiar Ciencias,
no va a volver a ver la Historia hasta el segundo curso de Bachillerato. O sea:
un salto en el vacío de cuatro cursos sin que nuestros alumnos y alumnas sepan
de la existencia de hechos históricos tan importantes como la Revolución
Francesa, la revolución industrial, las revoluciones liberales del siglo XIX,
las dos guerras mundiales, la eclosión de los fascismos, la caída del Muro de
Berlín… No me sorprende. Usted mismo ha afirmado que no es esencial saber sobre
revoluciones ni totalitarismos. ¿Acaso teme que el conocimiento de la historia
de las revoluciones predisponga a nuestros alumnos a emular a sus antepasados
para hacerse dueños de las calles?
Usted,
señor Wert, concibe la enseñanza como una etapa destinada a seleccionar a los
mejores, dejando a muchos alumnos y alumnas en el camino. Refractario a la idea
de una Educación pública de calidad, considera que ésta ha de constituirse en
una ‘factoría’ al servicio de la empresa privada (de ahí su repugnancia por
materias del ámbito de las Humanidades), a la que se incorporan conceptos como
la excelencia y la competencia [versus competitividad].
Me recuerda usted a aquellos liberales del pasado siglo que, aun
reconociéndoles el mérito de que lograron romper con las ataduras y atavismos
del Antiguo Régimen, concebían el ejercicio de la política como una actividad
reservada a los ‘notables’, esto es, a aquellos que disponían de suficiente
capacidad económica.
Con
sus pretensiones, señor Wert, está usted comenzando a destrozar la labor que,
día a día, estamos intentando desarrollar tantos y tantos profesionales de la
educación que creemos en ella como un instrumento privilegiado para la
superación de barreras de todo tipo, sobre todo las derivadas de la distinta
extracción social de origen. Por ello, soy uno más que le pide su dimisión.
Otro político al que le viene grande el cargo.
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo.
ResponderEliminara todos los políticos les viene grande el cargo, o confundido, se intenta ayudar al ciudadano no al reves
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