martes, 22 de abril de 2008

¿BIOCOMBUSTIBLES O ALIMENTOS?



(Publicado en LA OPINIÓN. 22-08-2008)



Cuando el barril de petróleo Brent está rozando el precio de 115 dólares y al ciudadano occidental le preocupa cómo llenar el depósito de gasolina sin merma de su bolsillo, otros millones de ciudadanos y ciudadanas de todo el mundo ansían, sin embargo, llenar sus estómagos. Cuando voces autorizadas vienen advirtiendo del fin inevitable del ciclo industrial y del transporte masivo basado en los combustibles fósiles, el problema para Occidente es mantener ‘sine die’ un modo de vida y consumo que es insostenible. Pero las petroleras han descubierto la solución: millones de hectáreas de terreno fértil de todo el mundo están siendo destinadas al cultivo de plantas para elaborar biocombustibles. Poco importa que ello vaya en detrimento de las necesidades alimenticias de millones y millones de seres humanos. Nuestro modo de vida ha de continuar imperturbable.

Los biocombustibles más usados y desarrollados son el bioetanol y el biodiesel. El bioetanol se obtiene a partir de maíz, sorgo, caña de azúcar, remolacha y de algunos cereals como trigo o cebada. Brasil es el principal productor de bioetanol (45% de la producción mundial), Estados Unidos representa el 44%, China el 6%, la Unión Europea el 3%, India el 1% y otros países el restante 1%. El biodiésel se fabrica a partir de aceites vegetales, que pueden ser usados o sin usar. En este último caso se suele usar canola,soja o jatrofa, los cuales son cultivados para este propósito. El principal productor de biodiésel en el mundo es Alemania, que concentra el 63% de la producción. Le siguen Francia con el 17%, Estados Unidos con el 10%, Italia con el 7% y Austria con el 3%.

Al comenzar a destinar suelo agrario al cultivo de estos productos, en lugar de a la producción de alimentos, el resultado es el inevitable incremento del precio de éstos. Un caso paradigmático es el de Argentina. Cuando en ese país no se han apagado los ecos de la reciente grave crisis económica, que hizo que afloraron los comedores con ‘sopa de pobres’ y que la mortalidad infantil se incrementara exponencialmente, se decidió que, puesto que las plantaciones para biocombustible dan beneficios cada seis meses y los pastos en los que se crían las vacas lo dan a varios años, se comenzaran a usar estos pastos para crear biocombustibles. La conclusión fue un aumento del precio de la carne de vaca, duplicando o incluso llegando a triplicar su valor. Otro caso conocido fue el de México, país que el pasado año registró una fuerte contestación social. La compra de maíz para producir biocombustibles en los EE UU hizo que en el primer semestre de 2007 la tortilla de maíz –que es la comida básica de México- llegara a duplicar e incluso triplicar su precio.

La extensión del cultivo de los biocombustibles, las políticas agrarias proteccionistas por parte de EE UU y la Unión Europea, el monocultivo agrícola con destino a la exportación impuesto a los países pobres por el FMI y el Banco Mundial, el aumento de la demanda mundial de arroz y trigo por parte de los países asiáticos de economías emergentes (China e India), la atroz sequía registrada en Australia, el aumento del precio del petróleo, que repercute en el encarecimiento del transporte mundial…, todo se alía para que, lejos de quedar garantizada la alimentación básica a cada habitante de este planeta, las hambrunas crónicas continúen. Recientemente la ONU ha advertido de que se está perdiendo la apuesta de sacar de la miseria extrema a más de mil millones de personas que sobreviven con menos de un dólar al día. Denuncia el incumplimiento generalizado de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, acuerdos suscritos en el año 2000 por 189 jefes de Estado y de Gobierno. Y, mientras, aquí, en Occidente, preocupados por el posible deterioro de nuestras cuentas corrientes y de la subida del precio de la gasolina.

Decididamente, este mundo nuestro precisa un urgente cambio de rumbo. Debemos replantearnos todos si la prioridad es continuar con el ritmo actual de vida y consumo o garantizar, como mínimo, la alimentación a nuestros semejantes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo que hay que hacer para empezar a frenar esta injusticia es no echar biodiesel al coche, que, por cierto, rompe algunos motores y luego sale más caro que barato.
Si no que me lo digan a mí.